LA HIJA DEL CARPINTERO DE RIVERA: Vicente Climent Casanova

Opinión 2.0 de El Campello

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LA HIJA DEL CARPINTERO DE RIVERA: Vicente Climent Casanova

LA HIJA DEL CARPINTERO DE RIVERA: Vicente Climent Casanova Articulo enviado por: Remedios de los Ángeles Climent - Aurora

“Ni sin yunque el herrero ni sin banco el carpintero”, honorables oficios donde los haya.



Dos orillas bañaron el nacimiento de mi padre, a un palmo del seminario Salesiano de El Campello, en la Partida del Fabraquer. Dos orillas de colores, cinceladas por los tonos azul pastel del mar y los ocres de la fértil tierra, de la antigua huerta de Alicante, salpicada de verdes; alfalfa y aceituna y bordada de amapola, flor de un día, y margaritas silvestres. El mar, la mar que en ocasiones rugía cuando los temporales alcanzaban el Racó de la Zofra y la playa era un pedregal. Al mismo borde del antiguo camino Real Cartagena-Benissa que serpenteaba cruzando el río seco para llegar al pueblo y, a la altura del  cruce de caminos, y a la sombra del Palacete Villa Marco…

 

“Ahí nació mi padre, más conocido por viçentet el fabraquer. Llamarlo por su verdadero apodo, el de sus ancestros varones; su abuelo Quito el don Viçent y su padre, era demasiado “DON” para un pueblo tan pequeño en población y con tantos armadores. Por otra parte el antiguo Condado del Fabraquer gozaba de una independencia, hasta para acudir al precepto dominical en cumplimiento de la fe cristiana, ya que, todas las fincas tenían a “chico pie y zapato grande” llegar a la ermita del seminario. Las fincas se auto-abastecían, pues la tierra era agradecida a las sabias manos del labrador y los corrales grandes, matanzas y oro líquido; tierra de leche y miel.

 

La dos riberas o márgenes del riu sec, llamado así en su tramo de Campello, son testigo de las romerías de las mujeres del pueblo, mayormente madres y esposas de pescadores, cuando las mareas se alargaban por falta de “panes y peces” y, las cuentas con el tendero llevaban varias hojas emborronadas, con demasiadas cruces y otros trazos a lápiz, que así, a ver quién era la guapa en desmentir al tendero. Signos indescifrables para la sufrida ama de casa, algunas analfabetas, con hijos y padres ancianos bajo el mismo techo, hasta el regreso del cabeza de familia, de la mar salá.

 

Mi padre nació del matrimonio entre una campellera, Loreto Casanova Baeza, de apodo “Loreto Oliver”, de oficio costurera, y de un fabraquero del campello, Vicente Climent Carratalá “Sento el Don Vicent”, por más señas labrador y agricultor en tierras arrendadas desde los tiempos de sus mayores, sin más ambición que comer de lo que daba la tierra. Alto como un junco, serio y de palabra. De sombrero de paja y blusón gris para el campo y negro con sombrero de ala ancha para acudir al bar Pepe de Sant Joan a apalabrar el agua de riego para los campos. De puro habano diario y parca sonrisa…ese era mi abuelo Sento. En su casita encalada (aún sigue en la familia) criaron a sus hijos: Paco, Vicente, antonio, Pepe y Maruja( en mis investigaciones familiares y sabido que en la parroquia de Sant Joan quemaron los archivos en guerra, me atendieron en los archivos de San Nicolás y el cura archivero me sorprendió al leerme la fe de nacimiento de los hijos de mis abuelos que resultaron ser uno más, asentado con el nombre de juanito Climent Casanova, mellizo de uno de mis tíos. Al parecer mi abuela nunca lo dijo “eso era cosa de no decir, y menos si había ropa blanca por medio”. Pero lo investigué y resultó ser que mi madre y mi madrina algo sabían.

 

Las buenas cosechas permitieron que a mi padre no lo enviaran al campo, tampoco le gustaba, como a sus hermanos (Antonio fue lechero y marinero), incluso la hija, mi madrina trabajaba en el campo.. Lo enviaran a aprender el oficio de calafate, pues era un apasionado de las maderas nobles y el escoplo (formón). Primero inculcado por los salesianos en los talleres de bricolaje y luego con Tomas Vallo, para al final hacer de su aprendizaje un oficio, de la mano de su tío José Climent, quien fuera encargado del astillero de Alicante. También trabajó en los astilleros de Valencia, (donde conoció a mi madre). Oran, Beni- Saf, Arzew (Argelia) y Casablanca, Tánger y, Tetuán, este último en dique seco, en un barco de la familia real Alaouita, en Marruecos.

 

Los trabajos en el carrer la mar siempre fueron por su cuenta a pie de playa. Al regreso del Norte de África trabajó en el encofrado de la finca La Girafa, en Cabo la Huerta, con la mala fortuna de caerse del tercer piso. Con los años, algo recuperado de la caída trabajó haciendo arreglos hasta que, D. José, el cura, durante cuarenta años en campello, ya retirado de la parroquia, dedicó su ministerio a la Fundación BONNY y a través de él, le encargaban los arreglos de carpintería. Mi soñada carrera de letras y entrada por la puerta grande a la Universidad en Valencia, como estaba previsto,  se vio truncada, pero por consejo de D. José Oncina, médico e hijo de médico, del pueblo, nunca he dejado de estudiar. Pero este tema, interesante y de agradecimiento, al metxe del poble, será para otro capítulo. 

 

“Ni sin yunque el herrero ni sin banco el carpintero”, honorables oficios donde los haya.

 


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